Indonesia es el quinto país del mundo en población, que asciende a unos 178 millones de habitantes aproximadamente. Un 60% de ellos viven en Java y en su mayoría son malayos. Existen numerosos agrupamientos tribales diferentes, de entre los cuales destacan los kubu, los punan y los papúes.
A pesar de que los primeros colonizadores -que llegaron hace muchos años al país en busca de materias primas- fueron expulsados a la fuerza, hoy en día, cualquier visitante es acogido con hospitalidad y tratado de forma cordial y cortés, e incluso en muchas regiones recónditas se respeta extraordinariamente al viajero que se adapta a los hábitos locales.
Los indonesios disculparán o comprenderán si, por la falta de conocimiento, el extranjero contraviene alguna de las normas tradicionales, siempre que se interese en comportarse correctamente. Si, por el contrario, el viajero se muestra altivo, superior, doctrinario e intolerante, evocará recuerdos ingratos y encontrará no raras veces actitudes displicentes y hasta agresivas, muy comprensibles.
Cuanto más se distancie de los centros turísticos, donde ya se conocen muchas de las exigencias del visitante, tanto más importante será el informarse previamente sobre los usos y costumbres de los nativos. Es recomendable hacerlo, no sólo para mostrar un comportamiento lo más correcto posible, sino para acercarse a la cultura del pueblo indonesio.
En Indonesia, correspondiendo a la pluralidad de pueblos, influencias culturales y condiciones geográficas, ha habido un desarrollo de magnitud incalculable en el ámbito de los usos y costumbres. Respecto a la vida ciudadana, las tradiciones se han entremezclado y se hallan ahora bajo el influjo occidental. Sin embargo, en el mundo rural se conservan todavía muchas de sus costumbres. En el campo la vida cotidiana está determinada, sobre todo, por dos factores: el 'adat' o derecho consuetudinario y el arroz. Se entiende por 'adat' los hábitos, reglas, costumbres y conceptos legales que han prevalecido desde fechas lejanas en las relaciones humanas de los indonesios. Todo está relacionado con el ''adat'' y atentar contra él, significa quedar excluido de la comunidad o lo que es lo mismo, ser expulsado de la aldea, estirpe o familia, que es para los indonesios el fundamento de su vida.
La gran familia tradicional representa para cada miembro una especie de seguridad social en la enfermedad y la vejez. De ahí que numerosos festejos y celebraciones familiares, como un nacimiento, una boda o un fallecimiento fortalezcan los lazos familiares. La familia es para los indonesios lo más importante, por tanto, quien sea excluido de esa comunidad perderá todos sus contactos sociales, convirtiéndose en un marginado.
Por otra parte, resulta interesante saber que el ritmo de la vida de muchos pueblos está determinado por la abundancia o escasez del arroz, de ahí que las esperanzas que están puestas en una buena cosecha y el agradecimiento cuando ésta llega, se reflejen y se expresen con diversas ceremonias, muchas de ellas de carácter religioso.
Al margen de estas antiguas tradiciones, propias de la vida rural de algunas aldeas recónditas, hay que destacar que en Indonesia, debido a esa pluralidad de pueblos y a la existencia de diferentes raíces culturales, hay que tener en cuenta que los usos y las costumbres (y, por tanto, las forma de comportarse) son diferentes en uno u otro pueblo o isla.
Es interesante hacer notar que en la isla de Bali y más concretamente en el centro turístico de Kuta, la cultura más extravagante se tolera e incluso se considera divertida. Sin embargo, esta forma de comportamiento es toda una excepción, ya que lo que se soporta aquí no suele estar bien visto en otras regiones del país.
Como en cualquier otro país asiático, el aspecto externo reviste suma importancia. El extranjero es juzgado por su atuendo. Cuando se acuda a una oficina pública es recomendable llevar ropa y calzado apropiado, al igual que cuando se visitan templos o Palacio Reales, donde no está bien visto ir vestido descuidadamente.
Recuerde siempre que la religión forma parte de la vida de los locales y es recomendable ser respetuoso cuando se visita un templo o lugar sagrado. Si desea entrar en uno de ellos no le bastará con vestirse púlcramente, sino que, además, deberá llevar una bufanda o un chal alrededor de la cintura (se puede conseguir en cualquier mercado), no sobresalir nunca sobre las cabezas de los balineses y dedicar al templo el mismo respeto que le muestran los indígenas. Si desea tomar fotos, deberá hacerlo con el correspondiente recato. Los pantalones cortos en las mujeres son casi desconocidos en muchas zonas y no están bien vistos, excepto en las playas y piscinas, donde, por cierto, está prohibido el nudismo.
Tanto en los templos, como fuera de ellos, hay que recordar que una de las peores cosas que se pueden hacer es ponerse a un nivel más alto que los ancianos de la aldea. La cabeza es una parte sagrada y no debe ser tocada. Por otro lado, la mano derecha es la que se utiliza para comer, así como para dar o recibir alguna cosa. Si le invitan a visitar una casa, deberá descalzarse en la entrada.
A pesar de que todas estas costumbres y tradiciones pueden resultar de algún modo extrañas para el visitante, los indonesios figuran, con razón, entre las gentes más amigables y joviales del planeta. Al viajero no le resultará difícil desenvolverse en este exótico mundo, cuya pintoresca expresividad le será fácilmente comprensible. Incluso, es posible que llegue a sentir fatiga de tanto saludar y atender a las continuas y repetitivas preguntas de los indonesios, ¿cómo te llamas?, ¿de dónde vienes?, ¿cuántos días vas a estar en mi país?, ¿sabes hablar indonesio?, ¿cuánto cuesta estos o aquello en tu país?, etc. Lo mejor es armarse de paciencia y disponer el espíritu para reencontrar el placer de la conversación.
En definitiva, si tuviéramos que definir a los indonesios, podemos decir que es uno de los pueblos más hospitalarios, afectuosos y sinceros del mundo y, probablemente, del universo.
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