El 8 de marzo está establecido como día de fiesta en Camboya dedicado a las mujeres, como en muchas partes del mundo. En este reino ancestral tan sufrido en su historia, la mujer ocupa un puesto especial y, a la vez, ha sido objeto de dolores. En tradición, es importante resaltar que la cultura jemer no es machista como pueden ser acusadas otras naciones en el planeta. Más bien y al igual que la cultura tai, vietnamita o china, los jemeres tienden a ser matriarcales. Es claro en la historia que en casa el gobierno lo tiene la madre y en la calle el hombre. Cuando visitas el mercado popular o cualquier negocio, se ve siempre como encargada de la administración, a la señora. Pero ¿por qué entonces existen tantos reportes negativos sobre la mujer camboyana si esto es así? Intentemos algunos acercamientos.
Antes que nada es importante recordar que Camboya sigue siendo un país en post-guerra. En 1991 se firmó el Tratado de Paz en París en el cual Vietnam retiraba sus tropas y las Naciones Unidas establecían un mandato transitorio (UNTAC) que prepararía la nación a las primeras elecciones democráticas tras años de macabra violencia.
Desde entonces, Camboya está en un periodo de recuperación y reconstrucción que no implica sólo las infraestructuras, sino elementos aún más importantes como la cultura, la estructura social, la moralidad y muchos otros elementos destruidos en dos décadas de intensa violencia.
Una de las hecatombes del país en esos años fue la reducción acelerada de la población masculina. Niños, adolescentes, jóvenes, adultos e incluso ancianos, sacrificados en los campos de batalla de bando y bando o forzados a huir del país si querían sobrevivir. Cuando comenzó dicha recuperación en 1991, Camboya era un país literalmente de niños y mujeres. La reconstrucción entonces la comenzaron a hacer huérfanos y viudas con la ayuda internacional. Este hecho explica una actitud natural de protección y sobreprotección de los muchachos por parte de los adultos, especialmente de las madres, como un temor inconsciente a perderles de nuevo en una guerra que ya terminó, pero que vive aún en el recuerdo. De ahí que hoy por hoy la adolescencia masculina en Camboya parezca extenderse en cierta manera hasta los 25.
Según Licadho, una organización para la defensa de los derechos humanos, los años de guerra dejaron como herencia una actitud violenta cuyas principales víctimas fueron entonces los niños y las mujeres.
La nueva constitución de 1993 que restableció el reino bajo el sistema constitucional, anotó a Camboya dentro de la legislación internacional para la protección de los derechos de la mujer, garantizando las mismas condiciones de equidad en sociedad. Claro: derechos establecidos en el papel. Tendrían las camboyanas mucho terreno que recuperar para que esto fuera realidad. Por ejemplo, todavía en 2012 las obreras reciben salarios inferiores (pdf) al de los varones.
El bajo número de varones adultos todavía hasta el 2000 y el gobierno transitorio de UNTAC que ingresó al país con millares de extranjeros (20 mil soldados, varones jóvenes y solteros), hizo que muchas camboyanas se casaran con muchos de estos, pero también generó el problema de prostitución y con él se creó un nuevo campo de exterminio: el tráfico humano, especialmente infantil y de la mujer.
Camboya como poseedora de reliquias arqueológicas de valor universal como los templos angkorianos, vio con ambición el desarrollo de la industria turística internacional como un medio de recuperación económica, la cual en efecto tuvo su crecimiento a partir de 2004 con una mejora notable en las infraestructuras del país, especialmente vías y oferta hotelera. Ello atraería centenares de extranjeros, muchos de ellos pensionados mayores de 50 que abrieron las puertas al turismo sexual y con él la vulnerabilidad de niños y mujeres. Leyes tendientes a reducir el efecto negativo se han dado de manera paulatina y con la ayuda internacional, como la regularización de adopciones y la limitación de matrimonios con hombres extranjeros ancianos, esta última una ley bastante debatida.
La prensa nacional adelante en la actualidad una campaña que contabiliza las niñas y mujeres víctimas de rapto carnal, así como los casos de hombres extranjeros que son sorprendidos comprando prostitución infantil. Una línea telefónica establecida por ChildSafe invita a denunciar a personas que requieren sexo con menores de edad o que trafican con personas.
Lo cierto es que la educación es vital en la lucha de la defensa de los derechos de la mujer. No sólo la educación de la mujer misma, de las niñas, sino de los niños, jóvenes y sociedad en general. Los medios de comunicación han probado ser muy útiles en ello. Se requiere de una educación que nos piense como género humano único, en el cual todos tenemos los mismos derechos y deberes sociales y culturales, sin discriminaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario